miércoles, 28 de julio de 2021

Fragmentos del libro “Paseos etruscos” del escritor inglés D. H. Lawrence.

 

“Hemos arribado al punto en que nos cansan las grandes construcciones de piedra, y comenzamos a comprender que es mejor mantener la vida fluida y variable en vez de tratar de sujetarla a pesados monumentos, que no son más que cargas sobre la faz de la tierra.” 38


“En el instinto etrusco parece haber existido un verdadero deseo de preservar el natural humor de la vida. Sin duda, ésa es una tarea más digna, y mucho más fácil, que la de la conquista del mundo o la del autosacrificio, o la de la salvación del alma inmortal.” 38


“Si sólo llegáramos a comprender que no debemos arrancar las cosas de sus lugares de origen… De cualquier modo, los museos son falsos.” 40


“Sólo unos pocos eran iniciados en el misterio del baño de la vida y de la muerte: el charco dentro del charco en el que un hombre al sumergirse se volvía más oscuro que la sangre, con la muerte, y más resplandeciente que el fuego, con la vida, hasta que llegaba a ser de un escarlata real como un fragmento de vida de bermellón puro.” 67


“Lo vemos en sus tumbas: agonías maravillosas y sentimientos vívidos que palpitan sobre la muerte. El hombre marcha desnudo y resplandeciente a través del universo. Luego llega la muerte, y entonces se zambulle en el mar, partiendo así hacia el otro mundo.” 69




“Pareciera que el ser humano fuera algo tan indecente, que sólo se puede vivir cuando se ha eliminado lo indecente en todo lo posible.” 77


“A la religión etrusca conciernen todos lo poderes y fuerzas físicas y creativas que contribuyen a la formación y a la destrucción del alma: el alma, la personalidad, que surge gradualmente del caos como una flor, sólo para desaparecer otra vez en el caos, o sea, en el otro mundo. Nosotros, por el contrario, decimos: En el comienzo fue el Verbo, y negamos la real existencia del universo físico. Existimos sólo en el Verbo, que es batido a fondo para cubrir, dorar y ocultar todas la cosas.” 84


“El ser humano llevaba en sus venas la sangre de las alas de los pájaros y el veneno de las serpientes.” 84


“La antigua religión, basada en la profunda tentativa del hombre para ajustarse armónicamente a la naturaleza y tratar de florecer en el gran hervidero de la vida, se convirtió para los griegos y romanos en un deseo de resistir a la naturaleza, de producir un ardid mental y una fuerza mecánica que superar en astucia a la naturaleza y la encadenara completamente, hasta que, por último, no hubiera nada libre en la misma y todo estuviese dominado, domesticado y puesto al servicio más mezquino del hombre.” 93


“Para él la posibilidad o la imposibilidad es un mero estado de ánimo.” 102





miércoles, 21 de julio de 2021

Fragmentos del libro “El Zorro” del escritor inglés D.H. Lawrence.




“Cuando se va de caza, lo importante no es lo que se hace, sino lo que se experimenta. Ser sutil, astuto, estar dispuesto a todo, absolutamente, fatalmente, transformar aquello en algo así como un destino. Es nuestro destino el que supera y arrastra el destino del animal que perseguimos. Aun antes de que avistemos la presa se libra una extraña batalla magnética. El alma, como un cazador, sale para ligar el alma del ciervo, aún antes de que lo divisemos, y el alma del animal lucha por escapar, aun antes de que haya olfateado el peligro. La caza es una sutil y profunda batalla de voluntades en lo invisible, una batalla que sólo termina cuando la bala da en el blanco. [...] Nuestra voluntad misma, sí, nuestra voluntad es la que lleva la bala al corazón del animal. El vuelo de la bala hacia su blanco es una simple proyección de nuestro destino en el destino del ciervo, no es un acto de destreza, sino la realización de un deseo supremo, de un acto supremo de voluntad.” 

37-38


“Sentía la necesidad obsesionante que tiene nuestro tiempo de considerar el amor como un trabajo, como una tarea que cumplir.” 

109



“Tenía que ser semejante a las plantas marinas que veía moverse bajo las olas desde el barco; plantas sensibles, absolutamente sensibles y receptivas en el seno del mar obscuro y que nunca, nunca, mientras viven, suben a la superficie del agua. Nunca. Sólo aparecen para ser, después que mueren, cadáveres blanquecinos. Pero mientras viven, siempre sumergidas, siempre bajo el agua. Bajo el agua pueden tener raíces poderosas, más fuertes que el hierro, pueden ser peligrosas y tenaces, balanceándose suavemente al capricho de las olas. Bajo el agua son más resistentes que los robles de la tierra… pero bajo el agua, siempre bajo el agua. Y ella, siendo mujer, debía ser semejante a esas plantas marinas.” 109


“Terminaría por morir con el esfuerzo que hacía para permanecer despierta.” 110